Día 4 - 18 Nov
Día de tránsito
Esa mañana la pasamos en Lima, pero a la 13:15 salía nuestro autobús dirección Cuzco. Enfrente nos esperaban 22 horas de recorrido.
Salimos de la capital del Perú con un paisaje pseudo-desértico, con el pacífico de fondo y poblados que bañaban de vez en cuando las carretera.
Lo que más nos resulto curioso eran los vendedores que de vez en cuando se subían para vendernos comida y bebída, pero sobre todo dos de ellos que después de 20 minutos de discurso, arengando a los viajeros con lo beneficiosos que eran sus productos, y enseñándoles reglas básicas de salud e higiene pretendían vender (y lo consiguieron) pasta dentífrica, cepillos de dientes y un producto extraño a base de sacha inchi, planta apreciada por sus omegas.
Y bueno, después de ver una película en el ordenador/computadora nos dormimos como pudimos
Días 5 y 6 -19 y 20 Nov
Qosco, capital del imperio
Inca
Nos despertamos a pocas
horas de Cusco, y ya empezamos a notar el mal de altura de una manera
más concreta; dolor de cabeza, nauseas, respiración acelerada... Al
llegar a la terminal de autobús tomamos una taxi y ns fuimos
directamente a la Plaza de Armas, el centro neurálgico de la ciudad,
donde se encuentran 2 iglesias hechas por los españoles. La ciudad
tienen muchas iglesias construidas sobre los templos incas de
adoración al rey Sol o los astros.
Allí nos encontramos a
Tomás, un chico argentino que se dedicaba a vender sandwiches por la
calle, y nos recomendó tomar mate de coca (infusión a base de hojas
de coca) y a la hora otra infusión de manzanilla, para limpiar por
dentro y encontrarse mejor.
De allí caminando a nuestro
alojamiento, un pequeño hostal a 5 minutos de la plaza, donde
casualmente nos ofrecieron el famoso mate de coca.
La ciudad de
Cuzco/Cusco/Qosco (en quechua: ombligo) está preparada casi
íntegramente para el turismo. Te asaltan por la calle ofreciéndote
paquetes turísticos, entradas a Machu Picchu, cambio de divisas,
masajes, restaurantes, hoteles, taxis, etc.
La ciudad también está
repleta por puestos de artesanía, vendedores de fruta y jugos, en el
que en uno de ellos probamos el jugo de quinua.
Nos acercamos a unas
galerías con puestos de artesanía local, con artículos muy
interesantes como por ejemplo jerséis hechos de lana de alpaca.
En otra ocasión nos
perdimos en los barrios locales, fuera del área de turismo, donde
encontramos una marabunta de cusqueños yendo de aquí para allá,
comprando, vendiendo. Allí fue donde probamos las leche asada, dulce
hecho a base de leche y huevo, muy parecido al flan.
Lo que más causó impresión
de la ciudad, fueron unas calles en las que la base de los muros de
los edificios estaban hechos por los Incas, con piedras gigantescas
encajadas entre sí a modo de “tetris”, en la que destacaba la
conocida piedra de los 12 ángulos. Y a su lado se podía distinguir
claramente la parte hecha por los españoles, con piedras más
pequeñas encajadas de modo similar pero que los lugareños a modo de
burla dicen que esos son los muros de los “Inca-paces”, que eran
los españoles.
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